Sidney:2000
Inauguración:
MARAVILLOSA APERTURA
Empezó el conteo, coreado por quienes tenían el privilegio de estar en las tribunas. Diez, nueve, ocho... dos, uno, cero. Dieciséis actos, 12.600 personas en escena para exponer el amor a su tierra, al océano y a la humanidad. Desde Soñando en la profundidad del mar, con una desenvuelta niña de 13 años nadando en el espacio, para repasar, con activa presencia aborigen, la historia de la isla hasta llegar a la actualidad, simbolizada en el progreso, en una impecable y maravillosa escenografía, plena de música y perfección. Sydney no apostó para encender la llama olímpica ni a la espectacularidad de un flechazo como en Barcelona, ni al corazón como en Atlanta, a través de Muhammad Alí. La puso en manos de su atleta negra Cathy Freeman, líder de los derechos aborígenes, como un llamado a un mundo ideal carente de discriminación.
LA HORA DE LA DESPEDIDA
Toda la ciudad ardía, el cielo explotaba y los fuegos artificiales iluminaban toda la ciudad, mientras por las pantallas gigantes disfrutaba de la ceremonia de clausura. Era un show que trasmitía la satisfacción del deber cumplido y obligaba con su sonido a mover los pies, los atletas bailando y sacando fotos. Imponente, el deporte unía a 199 naciones. Así, los mejores Juegos Olímpicos de la historia se transformaron en un bello recuerdo.
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